La otra cara de los femicidios en Panamá: Instituciones que no protegen y una sociedad que normaliza la violencia

El Observatorio estima que más de 100 menores han perdido a sus madres por femicidios, y en algunos casos también a sus padres, cuando estos resultan ser los agresores y terminan detenidos.

La imagen muestra varios calzados con nombres de mujeres que fueron víctimas de femicidios / AFP

Ciudad de Panamá/El reciente asesinato de dos mujeres en Coclé y Veraguas ha reavivado la indignación y el debate sobre la violencia de género en Panamá. Más allá del horror de los hechos, la pregunta se repite una y otra vez: ¿son realmente suficientes las medidas existentes para proteger a las mujeres?

Hace unas semanas también se reportaba el caso de una mujer que fue asesinada por su expareja, a quien intentó alejar mediante una boleta de protección.

Desde 2020, el Observatorio de Femicidios —una iniciativa ciudadana creada para analizar y visibilizar este fenómeno, ha documentado más de 120 casos de mujeres asesinadas, en su mayoría, por quienes en algún momento les decretaron su amor. Sin embargo, sus registros van más allá de las cifras: revelan un entramado social, institucional y educativo que sigue permitiendo que la violencia avance sin contención efectiva.

Irma Planells, cofundadora del Observatorio, explicó que a partir de los datos recopilados desde 2014, cuando el Ministerio Público comenzó a contabilizar oficialmente los femicidios tras la tipificación del delito en 2013, Panamá ya supera los 170 casos. Y detrás de cada número, hay una historia truncada, una familia destrozada y, en muchos casos, niños y niñas que quedan en la orfandad. El Observatorio estima que más de 100 menores han perdido a sus madres por femicidios, y en algunos casos también a sus padres, cuando estos resultan ser los agresores y terminan detenidos.

La afectación no se limita a las víctimas directas. Muchos de esos menores presencian los ataques, cargando traumas profundos que terminan afectando su salud mental y su entorno familiar y comunitario. Cada muerte, advierte el Observatorio, se multiplica en dolor y consecuencias.

Hasta septiembre de 2025, las estadísticas del Ministerio Público registran 12 víctimas de femicidio: una cifra más que alarmante.

Un fenómeno que se expande y se vuelve más violento

Aunque históricamente la mayoría de los femicidios se concentraban en provincias como Panamá, Panamá Oeste y Colón, en los últimos años se ha observado también un aumento de casos en regiones del interior, incluyendo Veraguas y Chiriquí. La violencia, antes más asociada al uso de armas de fuego, ahora se manifiesta también mediante objetos punzocortantes, reflejando un patrón de brutalidad creciente.

Planells detalló que el perfil más común de las víctimas es el de mujeres jóvenes entre los 20 y 39 años, muchas con hijos y atrapadas en relaciones marcadas por la violencia. El momento más peligroso para ellas, según el análisis del Observatorio, ocurre cuando intentan salir de la relación, etapa en la que el riesgo de ser asesinadas aumenta considerablemente.

"Creo que las personas no toman en cuenta que el momento en el que la mujer intenta salir de esa relación, ese es el momento en el que su riesgo sube significativamente. Generalmente, ahí es donde sucede el femicidio, cuando la mujer trata de salir de la relación", remarcó.

Aunque el Estado, a través del Ministerio de la Mujer, dispone de albergues para mujeres en riesgo, muchas evitan acudir a ellos por temor, dependencia económica o por no querer dejar la vida que tienen. Las esperadas pulseras electrónicas de seguimiento, que deberían ofrecer una protección adicional, aún no cuentan con un sistema de monitoreo activo por parte del Ministerio de Gobierno, lo que limita su efectividad.

La otra cara del problema: la sociedad que justifica y revictimiza

El Observatorio también analiza el comportamiento social frente a estos crímenes. En cada caso que se vuelve viral, las redes sociales suelen llenarse de comentarios que culpan o ridiculizan a las víctimas, con frases como “algo hizo para provocarlo”, "quién la mandó a meterse con ese loco" o “para qué fue a buscarlo”.

Planells recalcó que el femicidio no surge de la nada. Es el desenlace extremo de un proceso sostenido de agresiones, amenazas y control que la sociedad tiende a ignorar hasta que ya es demasiado tarde.

"Es algo que se va cocinando, o sea, es un sí continuo de otras violencias que van subiendo, que van subiendo, y el femicidio es como el momento cumbre y ahí es que la gente reacciona o ahí es que nos escandalizamos, pero realmente viene de mucho antes", puntualizó.

Muchas comunidades confirman, tras cada crimen, que la víctima sufría agresiones constantes, pero nadie intervino. El silencio, la indiferencia y la justificación se convierten así en cómplices de cada femicidio. Esa respuesta, lejos de ser anecdótica, refleja un problema de raíz, una educación que normaliza la violencia.

"Entonces, es un tema de prevención estatal, pero también es un tema de educación y de cómo nos dirigimos y cómo nos referimos a estas mujeres, porque si tú eres una mujer víctima de violencia y estás viendo cómo están hablando de otra mujer víctima de violencia y estás viendo la vergüenza que eso acarrea, la humillación que eso acarrea, eso también te impide entonces a ti buscar mecanismos de ayuda para poder salir de la situación", agregó.

En su plataforma digital, el Observatorio ofrece acceso público a datos actualizados y verificables, complementando las estadísticas del Ministerio Público con información de medios de comunicación. Allí también se publica el seguimiento judicial de cada caso: si el agresor fue detenido, condenado o si se suicidó tras cometer el crimen.

Para evitar la revictimización, la base de datos no incluye nombres de las víctimas, pero sí permite comprender la magnitud del problema y la ineficiencia del sistema de protección.

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