Los dos Panamá: Prosperidad urbana y rezago rural, las brechas que desnuda el nuevo análisis demográfico
🤰Fecundidad adolescente en comarcas hasta 2.5 veces mayor que la nacional.
🎒 Más de 120,000 niños y adolescentes fuera del sistema escolar.
🌊 Cartí Sugdub: primeras 300 familias desplazadas por el cambio climático.
Ciudad de Panamá/El más reciente Análisis sobre las Dinámicas de la Población en Panamá (ASP), elaborado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) deja al descubierto un contraste que sintetiza la realidad nacional: la coexistencia de dos Panamá. Por un lado, el urbano, con índices de desarrollo que lo ubican entre los más prósperos de la región; del otro, el rural y particularmente las comarcas indígenas, donde persisten rezagos profundos que comprometen la salud, la educación y la capacidad de adaptación frente a la crisis climática.
Presentado hoy martes 9 de septiembre, el informe identifica tres desafíos críticos que demandan acción gubernamental inmediata: la crisis silenciosa en territorios invisibilizados, una generación perdida marcada por la exclusión educativa y los efectos demográficos del cambio climático. Estas tres dimensiones no solo evidencian brechas históricas, sino que configuran un escenario de riesgo para el desarrollo sostenible del país en la próxima década.
El estudio, respaldado en datos del censo de 2023, registros administrativos y encuestas nacionales, articula una advertencia clara: Panamá no logrará aprovechar su bono demográfico ni sostener su crecimiento económico, si no enfrenta con decisión las desigualdades estructurales. A continuación, se exponen los tres ejes centrales del análisis.
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Crisis en salud reproductiva en territorios vulnerables
En las comarcas indígenas, la maternidad temprana se presenta con una fuerza que multiplica las probabilidades de perpetuar el círculo de pobreza. El informe reveló que las tasas de fecundidad adolescente en estos territorios son hasta 2.5 veces superiores al promedio nacional, lo que significa que las niñas y jóvenes indígenas enfrentan embarazos en condiciones de mayor vulnerabilidad.
El dato es aún más alarmante cuando se cruza con los indicadores de mortalidad materna. Mientras a nivel nacional se registran avances importantes en la reducción de muertes relacionadas con el embarazo y el parto, en las comarcas indígenas la situación es crítica: la mortalidad materna es de tres a cuatro veces superior a la media nacional.
Estas cifras no son simples estadísticas. Evidencian desigualdades estructurales que ponen en riesgo el derecho a la salud y a la vida de mujeres y adolescentes. Como señala el informe: “Estos indicadores no solo reflejan inequidad, sino que generan impactos intergeneracionales que profundizan la pobreza”. Cada muerte materna en territorios marginados supone la pérdida de una vida, pero también un golpe en la cohesión familiar y en las posibilidades de desarrollo de comunidades ya precarizadas.
El ASP subraya que detrás de estas cifras se encuentran determinantes claros: acceso limitado a servicios de salud reproductiva, barreras geográficas para recibir atención médica oportuna, deficiencias en la infraestructura hospitalaria y ausencia de programas educativos sostenidos en materia de sexualidad. La brecha urbano-rural en este punto es particularmente marcada. En la ciudad, las mujeres cuentan con acceso a controles prenatales, métodos anticonceptivos modernos y redes de apoyo institucional; en las comarcas, las distancias, el costo del transporte y la falta de personal especializado dificultan incluso la atención básica.
El rezago en salud reproductiva se vincula, además, con fenómenos culturales y sociales. En comunidades indígenas, las normas tradicionales suelen limitar la discusión abierta sobre sexualidad, lo que agrava la falta de información en adolescentes. El resultado es un aumento de embarazos no planificados que, en muchos casos, derivan en deserción escolar y reducen las oportunidades de inserción laboral futura.
El informe insiste en atender esta crisis con un enfoque integral. No se trata solo de ampliar la cobertura de servicios de salud, sino de garantizar pertinencia cultural, programas de educación integral en sexualidad y la participación activa de las comunidades en la definición de estrategias.
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Exclusión educativa masiva: una deuda silenciosa
Si la salud reproductiva revela inequidades territoriales, la educación desnuda la dimensión generacional de la exclusión. El censo de 2023 registró que casi 120,000 niños y adolescentes se encuentran fuera del sistema escolar en Panamá. La cifra equivale a miles de futuros truncados y, según el ASP, representa una amenaza directa al aprovechamiento del bono demográfico.
El informe describe esta situación como “una deuda silenciosa”. Se trata de una exclusión que no genera titulares inmediatos, pero que compromete el potencial productivo del país en el mediano y largo plazo. El bono demográfico —ese periodo en el que la población en edad para trabajar supera a la dependiente— solo se transforma en una ventaja si se invierte en educación y capacitación. De lo contrario, se convierte en una oportunidad perdida.
La exclusión no afecta a todos por igual. El ASP detalla que los principales afectados son niños de 4 años que no acceden a educación preescolar y adolescentes de 13 a 17 años que abandonan el sistema. En este último grupo, un tercio lo hace por la ausencia de oferta educativa cercana a sus comunidades. La desigualdad territorial vuelve a aparecer: mientras en las zonas urbanas el acceso a escuelas es casi universal, en áreas rurales y comarcas indígenas los niños deben recorrer largas distancias o simplemente carecen de opciones.
El abandono escolar también responde a factores económicos. En familias de bajos ingresos, los adolescentes suelen incorporarse al trabajo informal para contribuir al sostenimiento del hogar. En las comarcas, muchas niñas son excluidas al quedar embarazadas, lo que conecta directamente la exclusión educativa con la crisis en salud reproductiva. Es una cadena de exclusiones que se retroalimentan y terminan reproduciendo el rezago social.
En términos macroeconómicos, esto significa menos productividad y menor capacidad de sostener políticas sociales universales en el futuro.
Ampliar la cobertura educativa en zonas rurales y comarcas, fortalecer programas de becas y apoyos económicos para familias vulnerables y garantizar la calidad docente son medidas indispensables. El informe también resalta la necesidad de vincular la educación con la transformación digital y el mercado laboral del siglo XXI.
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Impacto demográfico del cambio climático
El tercer eje identificado por el estudio pone en evidencia que el cambio climático no es un fenómeno abstracto ni de futuro lejano, sino una realidad que ya redefine la geografía humana del país. En junio de 2024, las 300 familias de la isla Cartí Sugdub, en Guna Yala, fueron trasladadas a tierra firme, convirtiéndose en los primeros desplazados climáticos de América Latina y el Caribe. La reubicación, que alcanzó a unas 1,500 personas, responde al aumento del nivel del mar que amenaza con inundar permanentemente la isla.
Pero el caso de Cartí Sugdub es apenas el inicio. El Ministerio de Ambiente estima que alrededor de 28,000 personas de las islas de Guna Yala deberán ser reubicadas en los próximos años por el mismo fenómeno. Se trata de un proceso de movilidad humana que el ASP califica como uno de los mayores desafíos demográficos del país, pues no solo implica el traslado físico de comunidades, sino la necesidad de garantizar vivienda, servicios básicos, medios de vida y preservación cultural en los nuevos asentamientos.
El informe advierte que este tipo de desplazamientos exige una respuesta integral del Estado. No basta con construir viviendas en tierra firme; se requiere un plan de ordenamiento territorial que contemple la adaptación al cambio climático, la protección de los derechos de las comunidades afectadas y la prevención de conflictos sociales derivados de la reubicación. Además, el documento resalta la urgencia de crear sistemas de protección social adaptativos, capaces de responder a emergencias climáticas que, de acuerdo con las proyecciones, serán cada vez más frecuentes.
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La situación de Guna Yala anticipa un problema mayor: gran parte del territorio panameño, especialmente las costas bajas y los asentamientos en riberas de ríos, es altamente vulnerable a inundaciones y eventos extremos. El cambio climático, por tanto, no solo impacta la biodiversidad o la infraestructura, sino que tiene consecuencias directas en la distribución y composición de la población.
La migración interna hacia las ciudades podría intensificarse, presionando servicios públicos ya saturados en la capital y provincias urbanizadas. Sin una planificación adecuada, estas dinámicas pueden exacerbar las desigualdades existentes y generar nuevas tensiones sociales.
'Los dos Panamá' frente al espejo
Los tres ejes analizados convergen en una conclusión central: Panamá avanza hacia la modernidad en sus centros urbanos, pero arrastra brechas profundas que mantienen a amplios sectores de la población en condiciones de vulnerabilidad. El contraste entre un país que proyecta crecimiento económico sostenido y otro que enfrenta mortalidad materna elevada, exclusión escolar y desplazamientos climáticos define los dos Panamá que revela el informe.
El estudio insiste en que esta realidad no es inevitable. La evidencia demuestra que, con políticas focalizadas, inversión en capital humano y planificación a largo plazo, es posible reducir las desigualdades y aprovechar las oportunidades del bono demográfico. Sin embargo, también advierte que el tiempo es limitado: la ventana para capitalizar el bono demográfico se cerrará hacia 2038, y el cambio climático ya está desplazando comunidades enteras.