Segunda vida de las baterías: Ciencia panameña impulsa la transición energética
En un mundo que corre contra el reloj climático, un equipo de investigadores en Panamá busca darles una segunda vida a las baterías de iones de litio, que tras su uso en vehículos eléctricos o dispositivos electrónicos, aún conservan gran parte de su capacidad energética.
Ciudad de Panamá, Panamá/En un mundo cada vez más consciente de su huella ambiental, la transición energética ha dejado de ser una aspiración para convertirse en una necesidad urgente. Sin embargo, para que este proceso sea verdaderamente sostenible, no basta con generar energía limpia; es imprescindible implementar estrategias que promuevan el aprovechamiento eficiente de los recursos, incluso después de su vida útil. Entre esas alternativas viables, la segunda vida de las baterías de iones de litio se posiciona como una solución concreta, capaz de impulsar una economía circular eficiente y reducir significativamente la contaminación ambiental.
Las baterías de iones de litio, protagonistas del auge de los vehículos eléctricos, no están realmente "muertas" cuando dejan de funcionar en su primera aplicación. Al finalizar su ciclo óptimo de vida, estas baterías conservan entre un 70% y un 80% de su capacidad, lo que las hace viables para ser reutilizadas en aplicaciones menos exigentes. Reaprovecharlas no solo reduce la generación de residuos peligrosos, sino que también fortalece el proceso de transición energética hacia un modelo más limpio.
La segunda vida de las baterías es, en esencia, el proceso mediante el cual se reutilizan acumuladores que ya no son útiles para su propósito original, como el caso de los vehículos eléctricos. Estas baterías se someten a diagnósticos técnicos para verificar su estado y, si cumplen con ciertos parámetros, se adaptan a nuevos usos estacionarios, como sistemas de respaldo eléctrico, almacenamiento de energía solar o soporte en zonas rurales.
"La segunda vida de la batería es poder dar un nuevo uso a una batería que ya fue utilizada. Se le hace un diagnóstico para verificar que efectivamente tiene algunas características aplicables a una nueva aplicación en un nuevo dispositivo. Es darle la oportunidad de reutilizarla", explicó la Dra. Vanessa Quintero, docente e investigadora del Centro Regional de Panamá Oeste y coordinadora del Grupo de Investigación en Sostenibilidad Energética y Telecomunicaciones (GI-SENT) de la Universidad Tecnológica de Panamá (UTP).
Panamá ocupa el puesto 54 de 118 países en el Índice de Transición Energética (ETI, por sus siglas en inglés), según el informe del Foro Económico Mundial de 2025. En este contexto, la investigación científica y la innovación aplicada son esenciales. Un ejemplo concreto es el proyecto "Estudio de la segunda vida de las baterías como fuente de energía para aplicaciones en Panamá", liderado por la Dra. Quintero, quien además es miembro del Sistema Nacional de Investigación (SNI).
El objetivo del estudio es analizar la capacidad energética disponible en baterías de litio recicladas en Panamá, evaluando su potencial para ser reutilizadas en nuevas aplicaciones con el fin de reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO₂).
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“El estudio se enfoca en tipos específicos de baterías, particularmente las de iones de litio, que actualmente se encuentran en numerosos dispositivos electrónicos, vehículos eléctricos y sistemas de almacenamiento de energía. Dado el aumento de su presencia en el mercado, buscamos implementar aplicaciones una vez que estas baterías salgan de uso”, explicó la Dra. Quintero.
El proyecto está alineado con varios Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, como energía asequible y no contaminante (ODS7), industria e innovación (ODS9), ciudades sostenibles (ODS11), consumo responsable (ODS12) y acción climática (ODS13).
El estudio se desarrolla a partir de dos enfoques metodológicos. El primero emplea baterías nuevas, sometidas a procesos controlados de degradación y pruebas en laboratorio. El segundo se basa en baterías usadas, obtenidas mediante alianzas con empresas privadas como La Casa de las Baterías y compañías recicladoras.
Según detalló la investigadora, el tipo de batería determina el tipo de pruebas: “Una batería usada no puede someterse a pruebas repetitivas porque se acelera la pérdida de capacidad. En cambio, con baterías nuevas utilizamos niveles de corriente que simulan perfiles de uso reales, para estudiar cómo se degrada su rendimiento”.
Las aplicaciones más frecuentes en la segunda vida de las baterías incluyen estaciones de carga y sistemas de respaldo energético. “Cuando concluye el proceso de evaluación y clasificación, se define la aplicación más adecuada. Buscamos soluciones prácticas y sencillas que puedan implementarse a nivel local”, agregó.
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Para el análisis de carga y descarga, el equipo de investigación emplea instrumentos especializados como el iCharger 106B+ (cargador y descargador sincrónico con balance), el Ovonic X1 Pro y el probador de baterías LBT21084 AUTO CLB ACIM. Estos dispositivos permiten realizar pruebas de laboratorio que simulan aplicaciones reales mediante ciclos de carga y descarga controlados.
Generalmente, las baterías se someten a 500 ciclos de carga y descarga, un proceso que puede extenderse hasta seis horas para completarse de forma integral. Además, se realizan pruebas de itinerancia interna para estudiar el comportamiento de degradación de las celdas con el paso del tiempo.
Los equipos miden tres parámetros fundamentales: voltaje, corriente y capacidad. También operan bajo el protocolo Corriente Constante – Voltaje Constante (CCVC), aplicado a seis modelos de baterías de litio con capacidades de 1,200, 2,500 y 3,800 mAh.
“Realizamos los mismos experimentos en baterías con diferentes capacidades para generar productos distintos y evaluar su viabilidad en diversas aplicaciones. Durante el proceso de carga, la corriente se mantiene constante y el voltaje aumenta hasta su voltaje máximo. De allí el voltaje se mantiene constante y la corriente disminuye hasta el 10% de la corriente de carga”, explicó la Dra. Vanessa Quintero.
En abril, se desarrollaron talleres de capacitación en la ciudad de Panamá, en Herrera, Los Santos, Veraguas, Chiriquí y Panamá Oeste para difundir el concepto de segunda vida de baterías. Estas actividades contaron con expertos internacionales y se enfocaron en sensibilizar a la comunidad, divulgar el proyecto y promover el trabajo conjunto entre sector público, privado y academia.
Metas del proyecto
Como parte de sus metas, el proyecto entregará guías didácticas con información técnica y validaciones en campo sobre el tratamiento de baterías de segunda vida. "Apuntamos a que la Secretaría Nacional de Energía cuente con insumos que permitan generar nuevas reglamentaciones nacionales", afirmó Quintero.
El impacto comunitario también es clave: se busca fomentar una cultura nacional de reciclaje y uso responsable de tecnologías energéticas. "El país no está familiarizado con el reciclaje. Debemos empezar por la educación y la regulación. El reciclaje no debe ser responsabilidad de un solo sector, sino un esfuerzo nacional", puntualizó.
Además, se establecerán los requerimientos energéticos de aplicaciones de interés nacional que demanden autonomía energética, y se caracterizará el proceso de degradación de baterías de segunda vida mediante ensayos de laboratorio.
Apoyo institucional y aliados estratégicos
La investigación, con una duración de tres años, cuenta con el financiamiento de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt), a través de la Convocatoria Pública de Fomento a I+D para el Desarrollo Sostenible IDDS 2024, y la gestión administrativa del Centro de Estudios Multidisciplinarios en Ciencias, Ingeniería y Tecnología (CEMCIT AIP).
El proyecto contempla la participación de instituciones públicas como el Ministerio de Comercio e Industrias, el Ministerio de Ambiente, la Autoridad de los Servicios Públicos y la Secretaría Nacional de Energía, así como el respaldo del sector privado y de investigadores internacionales. Entre ellos, la Dra. Jessica Guevara (UTP), el Dr. Francisco Jaramillo (Centro de Aceleración Sostenible de Electromovilidad de Chile) y el Dr. Aramis Pérez (Universidad de Costa Rica). También participan tesistas que estudian aplicaciones específicas adaptadas a la realidad panameña.