System of a Down: cómo cuatro músicos armenio-estadounidenses transformaron el metal

La trayectoria de la agrupación no puede contarse como la de cualquier otra banda.

La banda System of a Down
La banda System of a Down / AFP

Su historia está marcada por la identidad armenia de sus integrantes, la incomodidad que generaron en la industria musical durante sus primeros años y la fidelidad de un público que los catapultó desde el circuito local de Los Ángeles hasta los estadios más importantes del mundo.

Hoy, con una gira en curso y miles de seguidores que celebran cada presentación, la agrupación confirma que la autenticidad y la perseverancia pueden imponerse sobre los prejuicios culturales y las modas pasajeras.

A finales de los noventa, el metal internacional estaba dominado por el auge del nu metal, con nombres como Korn y Limp Bizkit en el centro de la atención. En ese contexto, System of a Down era percibido como una anomalía.

Su guitarrista, Daron Malakian, recordó en entrevista con Metal Hammer cómo las discográficas descartaban la propuesta de la banda por sonar diferente y por su trasfondo cultural: “Nadie quería contratarnos porque no sonábamos como Korn o Limp Bizkit, ¡y éramos cuatro armenios! ¡¿Qué demonios es un armenio para alguien que vive en Kentucky?! Ni siquiera saben lo que son los armenios”.

Ese desconocimiento sobre sus raíces y la incomodidad frente a un estilo que no encajaba en lo comercial retrasaron el reconocimiento de la banda.

El desconcierto hacia System of a Down no se limitaba a la música. La puesta en escena y la personalidad de sus integrantes resultaban desconcertantes para la industria y parte del público.

Malakian lo explicó con franqueza: “A la gente le parecía que éramos unos extraterrestres, por nuestra presencia en el escenario y nuestro aspecto en aquella época. Serj Tankian es un tipo de frontman muy diferente y único. Yo soy el guitarrista que canta y grita y hace todas las locuras. La gente no lo entendió al principio, pero nosotros sí”.

El carisma enigmático de Serj Tankian como vocalista y la intensidad desbordada de Malakian rompían con los moldes de lo que se esperaba en una banda de metal, construyendo un sello único que más tarde se convertiría en parte de su éxito.

Sin contratos discográficos ni promoción masiva, System of a Down empezó a crecer gracias a su conexión directa con el público. Los conciertos en pequeños locales del Sunset Strip de Los Ángeles fueron el inicio de un fenómeno subterráneo que pronto desbordó cualquier expectativa.

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Malakian lo recuerda con claridad: “Simplemente, salimos e hicimos lo que hicimos. Éramos jóvenes y teníamos hambre, creíamos en lo que hacíamos. Tienes que entenderlo, éramos un ejército antes de que nos ficharan, arrasábamos en Sunset Strip”.

De actuar frente a amigos y conocidos, pasaron a llenar salas enteras. El boca a boca y la intensidad de sus presentaciones transformaron a la banda en un movimiento urbano que la industria ya no pudo ignorar.

El impulso de su público les abrió finalmente las puertas de las grandes discográficas. Desde entonces, System of a Down consolidó una discografía que se convirtió en referente del metal alternativo y que sigue sumando oyentes en todo el mundo.

La fidelidad de sus seguidores se refleja en la actualidad. Según informó RockFM, la banda continúa activa con una breve gira en Estados Unidos y Canadá. El 31 de agosto se presentaron en el MetLife Stadium de East Rutherford, y el 1 de septiembre en el Soldier Field de Chicago. Próximamente estarán en el Rogers Stadium de Toronto, con conciertos programados para el 3 y el 5 de septiembre, acompañados por Deftones.

El recorrido de System of a Down, desde la marginación inicial hasta el reconocimiento mundial, es una historia de identidad y fidelidad. Lo que en un principio fue percibido como rareza terminó consolidándose como una seña de autenticidad adorada por millones de seguidores.

Su caso confirma que, en la música, la diferencia no es un obstáculo sino una fuerza transformadora. Hoy, la banda no solo representa la innovación dentro del metal, sino también la resiliencia de una comunidad artística que nunca renunció a su esencia.

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