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Se trata de un fenómeno fisiológico llamado “marea alcalina”, que afecta a la mayoría de las personas entre la 1:00 y las 4:00 de la tarde. Aunque parece inofensivo, puede reducir la productividad, afectar la concentración e incluso alterar el bienestar diario si se repite con frecuencia.
El Dr. Elmer Huerta, asesor médico de RPP, explica que este estado de somnolencia ocurre porque el estómago libera grandes cantidades de ácido para digerir los alimentos, lo que altera la composición de la sangre y la vuelve más alcalina. “Esta reacción es común y la mayoría de las personas la experimenta luego de consumir alimentos al mediodía”, señala el especialista. Sin embargo, advierte que aproximadamente un 30% de la población sufre una versión más intensa conocida como somnolencia diurna excesiva (SDE), que puede generar un sueño profundo y dificultar las tareas posteriores al almuerzo.
Un estudio publicado en la revista The Lancet eBioMedicine analizó muestras de sangre de más de seis mil personas para entender las causas químicas de este cansancio. Los resultados identificaron dos compuestos clave asociados con un mayor nivel de somnolencia después de las comidas: la tiramina y la esfingomielina.
La tiramina es una sustancia presente en alimentos fermentados como quesos, tofu, vino, cerveza y leche fermentada. Según el Dr. Huerta, “la presencia elevada de tiramina en la dieta, sobre todo durante el almuerzo, se correlaciona con una mayor propensión a experimentar somnolencia”. Su efecto se intensifica cuando se combina con comidas copiosas o ricas en carbohidratos refinados.
Por otro lado, las esfingomielinas, grasas naturales que abundan en alimentos con alto contenido proteico como las carnes rojas y los huevos, también contribuyen a este efecto de fatiga. La combinación de ambos compuestos puede desencadenar una digestión más lenta y pesada, lo que obliga al cuerpo a redirigir más flujo sanguíneo hacia el sistema digestivo, dejando menos oxígeno disponible para el cerebro.
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La investigación concluye que los alimentos ligeros, frescos y ricos en fibra son aliados para evitar la somnolencia posprandial. Frutas, verduras, granos integrales y semillas facilitan una digestión más eficiente y mantienen estables los niveles de energía.
Asimismo, se ha comprobado que los ácidos grasos omega-3 y omega-6, presentes en el salmón, las nueces, el lino, las semillas y otros frutos secos, reducen la incidencia de somnolencia al mejorar la oxigenación cerebral. Escoger estos alimentos en lugar de carnes pesadas, lácteos fermentados o postres cargados de azúcar ayuda a conservar la atención y el estado de alerta durante la tarde.
El Dr. Huerta también advierte sobre los riesgos de las bebidas azucaradas y gaseosas. “El consumo de estas bebidas eleva los niveles de azúcar en sangre de forma rápida y, tras este pico, suele producirse una caída abrupta que genera fatiga”, explica. Este fenómeno de subidas y bajadas de glucosa puede afectar directamente la concentración y el rendimiento académico o laboral.
Los especialistas coinciden en que mantener hábitos alimenticios regulares y equilibrados es fundamental para controlar este tipo de somnolencia. Algunas recomendaciones clave son:
Las investigaciones citadas por el Dr. Huerta muestran que la somnolencia diurna no depende solo del descanso nocturno, sino también de lo que se come. Un almuerzo balanceado, con porciones moderadas y alimentos ricos en nutrientes, puede marcar la diferencia entre una tarde productiva o un bajón de energía.
En conclusión, evitar el sueño después de comer no requiere de trucos complejos, sino de buenas decisiones nutricionales. Cambiar las carnes pesadas por proteínas ligeras, reemplazar gaseosas por agua y controlar las porciones puede mejorar notablemente la energía y el bienestar diario. La ciencia lo confirma: mantenerse despierto y enfocado empieza con lo que elegimos poner en nuestro plato.