La disputa por la leche y los productos sucedáneos: ¿qué estamos consumiendo realmente?
Las inquietudes del sector ganadero son claras: aseguran que no logran colocar su producto en el mercado debido a que se encuentra saturado de sucedáneos y sustitutos lácteos.
Ciudad de Panamá, Panamá/La reciente confrontación entre los productores de leche y las plantas procesadoras puso sobre la mesa un tema que rara vez se discute desde la perspectiva del consumidor: ¿realmente sabemos qué estamos comprando cuando adquirimos leche y sus derivados?.
Las inquietudes del sector ganadero son claras: aseguran que no logran colocar su producto en el mercado debido a que se encuentra saturado de sucedáneos y sustitutos lácteos. Muchos consumidores, sin saberlo, estarían comprando alternativas que en realidad no son leche, por el contrario; son mezclas, derivados o bebidas vegetales que se comercializan de forma similar.
El debate encendió las alarmas y llevó a retomar una conversación ya conocida, pero nunca profundizada con la fuerza que ha alcanzado ahora.
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¿Qué son los sucedáneos?
El nutricionista César Díaz explicó a este medio que un sucedáneo es un producto que imita al original, pero no siempre representa un riesgo para la salud. Un ejemplo claro son las llamadas “leches vegetales”, que en realidad deberían comercializarse como bebidas vegetales. Estas son una opción válida para quienes no toleran la lactosa o rechazan la leche de origen animal.
El problema surge cuando ciertos productos sucedáneos contienen extensas listas de ingredientes, aditivos y aceites vegetales que, lejos de aportar valor nutricional, pueden resultar perjudiciales para la salud.
“Por eso es importante leer lo que nosotros tenemos en el producto y la mayoría de los productos están obligados por la ley a colocar en el etiquetado frontal lo que es. El tema es que nosotros no leemos tanto”, advierte Díaz. La legislación actual obliga a los fabricantes a detallar en el empaque la composición del producto.
Por ejemplo:
- Una leche evaporada real debe indicar únicamente “leche evaporada”.
- En cambio, si aparece como “alimento lácteo con aceite”, significa que incluye mezclas de aceites vegetales como soya o canola.
En estos casos, ya no se trata de leche propiamente dicha.
El caso del queso amarillo
Uno de los ejemplos más destacados es el del queso amarillo, el cual es utilizado con frecuencia en las loncheras escolares. Su precio es elevado, lo que impulsa a muchas familias a optar por alternativas más baratas.
Sin embargo, advierte el especialista, un queso amarillo auténtico no debería tener más de cuatro o cinco ingredientes. Agregó que muchos de los que se venden en el mercado contienen maltodextrina, azúcares, gomas y almidones que simulan la textura cremosa del queso, pero sin aportar los mismos nutrientes.
En redes sociales incluso circulan videos que muestran cómo ciertos “quesos” no se derriten al exponerlos al calor, prueba de que están lejos de ser un producto lácteo real.
"Se ha visto incluso también en las redes sociales cómo hay productos que los ponen a altas temperaturas y como que no se derrite, como que no se comporta igual. Lo más importante, y recalco, la importancia de leer los ingredientes", manifestó el experto.
Fórmulas infantiles
Otro debate surge en torno a los sucedáneos de la leche materna. Las fórmulas infantiles son, en efecto, sustitutos, pero cumplen una función vital para bebés alérgicos a la proteína de la leche o que no toleran adecuadamente la lactancia materna.
En estos casos, subraya Díaz, las fórmulas no son necesariamente "malas”. Pueden convertirse en el único alimento del lactante durante los primeros seis meses de vida, antes de iniciar la alimentación complementaria.
La discusión no busca satanizar los productos alternativos, sino promover la educación alimentaria. No todos toleran la lactosa, la mantequilla o ciertos quesos; por ello, la clave está en saber qué se consume y por qué.
“Si va a comprar un producto procesado, lea muy bien la lista de ingredientes”, recomienda el especialista. Una regla práctica es evitar productos con más de diez ingredientes o con nombres que resulten imposibles de pronunciar.
También aconseja volver a lo básico: elegir frutas frescas en lugar de snacks procesados, consumir frutos secos enteros en vez de mezclas industrializadas y aprovechar los alimentos naturales en su estado más íntegro posible.
El trasfondo económico
El debate ocurre en un contexto de altos precios de la canasta básica. Muchas familias priorizan el costo sobre el valor nutricional, lo que las lleva a optar por productos más económicos pero de menor calidad.
Organizaciones como la Asociación Panameña de Nutricionistas insisten en que el Estado debe garantizar una canasta básica que nutra realmente, en lugar de limitarse a incluir productos que llenen el estómago sin aportar beneficios a la salud.
La disputa entre productores y procesadores de leche va más allá de un conflicto comercial: pone en evidencia la necesidad de informar al consumidor. Saber leer etiquetas, distinguir entre un alimento real y un sucedáneo, y entender qué aportan los ingredientes que se ingieren puede marcar la diferencia entre una vida saludable o una marcada por enfermedades crónicas.
Al final, la decisión está en manos de cada consumidor: alimentarse o simplemente llenarse.