Corazón de Madre
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Ciudad de Panamá, Panamá/En una entrega anterior de esta columna, indicamos que empresas alemanas como Lufthansa y Bosch ya están reduciendo empleos por la inteligencia artificial.
Ahora, recientes reportes en Estados Unidos indicarían que Amazon estaría planeando una ronda de reducciones también.
Y aunque Alemania y Panamá no son del todo comparables, el caso de Amazon sí resonaría con nuestro país, debido a su relación con el movimiento de carga.
Todos estos reportes son indicios de que la Cuarta Revolución Industrial, basada en automatización e inteligencia artificial, avanza rápido.
Y todo mientras Panamá parece seguir enfrentando severas deficiencias en educación y capacitación.
Por esto, la pregunta central de este artículo es si nuestro sistema educativo puede ayudar al país a aprovechar el beneficio de una inminente expansión laboral, sin que la inteligencia artificial nos quite el mandado.
Y cabe recordar que, así como la imprenta de Gutenberg tardó cerca de un siglo en transformar a Europa mediante la Reforma, la inteligencia artificial recién inicia su proceso de cambio de civilización, cuyos efectos se sentirán durante el próximo siglo.
Según un reciente estudio del Fondo de Población de las Naciones Unidas, Panamá está entrando en las dos o tres décadas con el mayor número de adultos en edad laboral de su historia.
Sin embargo, a la par, la tasa de reemplazo de la población va en caída, por lo que el nivel de población se estabilizará luego de tal expansión histórica.
Estos dos factores producen una realidad asombrosa. En las próximas décadas, Panamá tendrá la fuerza laboral más grande de su historia, tanto en comparación con su pasado como con su futuro. Esto se conoce como el bono demográfico.
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Pero si juntamos esta realidad con el contexto de avance del conocimiento y la tecnología, tenemos como resultado que el país enfrentará simultáneamente su momento de mayor potencial productivo y su mayor riesgo de obsolescencia laboral, si no invierte en educación y capacitación.
El Estado, bajo el artículo 64 de la Constitución, está llamado a garantizar empleo digno. Pero si los nuevos trabajadores no obtienen, en general, una educación útil, y los empleos desaparecen por la automatización, será casi imposible cumplir con este mandato.
En una calamidad histórica, el país desperdiciaría una de sus pocas oportunidades de compensar décadas de pérdidas por los impactos de la corrupción y las ineficiencias en el manejo del Estado.
Según las Naciones Unidas, la oportunidad del bono demográfico de Panamá concluirá hacia la década de 2040. Pero si hacen las inversiones necesarias en capacitación, educación y regulación laboral, se podría extender hasta la década de 2060.
Cabe destacar que este sería el cierre de la oportunidad, por lo que las inversiones deberían empezar ahora.
Y no se puede ignorar que tal oportunidad está aún más en riesgo por vivir en un siglo global y competitivo.
Aunque en Panamá, la estructura laboral depende, en parte importante, del consumo interno, la expansión global de servicios digitales, desde Estados Unidos, India o China, podría desplazar a los proveedores locales, reduciendo así el margen para absorber la mano de obra emergente.
Agentes
La inteligencia artificial no son solo chatbots, aunque son su aplicación más popular.
Desde noviembre de 2022, ChatGPT ha llegado hasta su quinta versión. Hoy día es capaz de escribir, ver y analizar con relativa precisión para 700 millones de usuarios semanales.
Pero esto es apenas la superficie. El futuro inmediato de la inteligencia artificial son los agentes.
Según la firma contable y analítica KPMG, existen cuatro tipos de agentes de inteligencia artificial.
Los ejecutores hacen tareas simples, como preparar reportes de clientes. Los automatizadores corren procesos regulares, como revisar indicadores diariamente para enviar alertas. Los colaboradores ayudan a los empleados humanos con sus responsabilidades.
Y los orquestadores, los más avanzados, crean y dirigen a los otros tres, coordinando redes enteras de trabajo digital.
Según KPMG, estos agentes son capaces de ejecutar tareas complejas sin supervisión constante, las 24 horas del día, los siete días de la semana, los 365 días del año.
Estos agentes ya pueden redactar informes, rastrear noticias, generar y actualizar bases de datos, y gestionar inventarios industriales.
Aunque no comprenden el contexto como los humanos, su velocidad y costo los vuelven irresistibles para las empresas.
En Panamá, esto impacta directamente al sector logístico, al servicio al cliente, la contabilidad y la documentación.
Si a tres años del lanzamiento de ChatGPT, empresas en todo el mundo ya están reduciendo sus planillas por las eficiencias que produce la inteligencia artificial, ¿qué pasará en tres años? ¿O en seis?
De hecho, el Banco Interamericano de Desarrollo estima que cerca del 60% de los empleos en Panamá son vulnerables a ser reemplazados por sistemas de inteligencia artificial, lo que hace urgente un plan nacional de reconversión laboral.
Y tal impacto probablemente sería más severo contra los jóvenes.
El estudio del Fondo de Población de las Naciones Unidas muestra que los jóvenes entre 15 y 29 años son los más afectados por el desempleo, con tasas hasta cinco veces superiores al promedio nacional.
Tal situación se podría agudizar si la inteligencia artificial comienza a reemplazar los empleos en los cuales usualmente los jóvenes comienzan sus carreras laborales, como trabajos administrativos, rutinarios y de baja calificación.
El sistema educativo panameño muestra importantes debilidades en cuanto a su capacidad de enfrentar la nueva realidad que se aproxima.
Para referencia, un dato.
En 2009, el presupuesto del Ministerio de Educación era de $1,000 millones. Los resultados PISA en matemáticas de Panamá para ese año fueron de 360 puntos.
En 2022, 13 años después y con un presupuesto de más de $2,600 millones, los puntajes de matemáticas cayeron a 357.
Esto parece sugerir que el país tiene una severa dificultad en convertir más recursos en aprendizaje.
Tal falta de correlación entre inversión y resultados apuntaría a que Panamá no necesita más fondos, sino estrategias pedagógicas alineadas con las competencias digitales y tecnológicas que exige el nuevo siglo.
No bastan programas aislados o pilotos.
Panamá necesita una transformación educativa profunda, casi cuántica, si quiere mantener su lugar en el mundo que viene.
Sin una reforma estructural, el país corre el riesgo de convertirse en un simple espectador económico, observando cómo otras naciones capturan los beneficios de la Cuarta Revolución Industrial.
Existe una presunción de que la demanda doméstica bastará para sostener un número suficiente de empresas locales para dar trabajos a los panameños. Pero lo cierto es que la competencia laboral y comercial ya es global.
Los panameños ya compran en portales internacionales de Internet, desplazando a comercios nacionales.
Y pronto podría suceder lo mismo en otros sectores considerados estables, particularmente del sector servicios.
De hecho, poco impide que un servicio extranjero sustituya uno local.
El Internet elimina las fronteras, y los intentos regulatorios por limitar el acceso a plataformas digitales han resultado ineficaces en otros países. Es difícil pensar que Panamá, tan interconectado, sería la excepción.
Todo lo anterior apunta a un importante déficit en cuanto a urgencia de reforma educativa y visión de desarrollo laboral.
Solo un esfuerzo real y masivo en educación de jóvenes y capacitación de adultos permitirá a los panameños trabajar en la economía del futuro.
Si el país aspira a ser protagonista y no víctima, debe hacer un esfuerzo sostenido y determinado por dominar estas nuevas tecnologías y aplicarlas localmente.
Por ejemplo, Panamá, si quisiera, dispone de los recursos para formar, en dos décadas, una comunidad de 15 mil profesionales dedicados al diseño y manejo de semiconductores, no solo su empaquetado, integrando al país en la red mundial de innovación.
Pero para lograrlo, la nación y su ciudadanía deben mostrar niveles de visión y voluntad política superiores a los existentes hoy día.
Tal conclusión es compartida por el estudio de las Naciones Unidas, que concluye que Panamá aún puede aprovechar su bono demográfico si impulsa el empleo formal juvenil, la educación avanzada y políticas de equidad regional y étnica.
Sin embargo, de no actuar pronto, la ventana demográfica se cerrará y el país, en vez de construir el futuro de prosperidad que podría tener, quedará lamentándose de no haber actuado a tiempo.