El 'colillaje' de maletas solo funciona con ayuda interna, señala experto en seguridad en investigaciones criminales

Julio Alonso, excoordinador de inteligencia del Aeropuerto de Tocumen, explica en Noticias AM cómo es el modus operandi del "colillaje", luego de que se desarticulara una estructura criminal en la que se logró la aprehensión de al menos 60 personas que traficaban drogas desde Panamá hacia Europa.

Ciudad de Panamá/Un juez de garantías ya legalizó la aprehensión de 59 de las 60 personas detenidas en las operaciones Eros y Colibrí, desarrolladas para desarticular una red de tráfico de drogas que operaba desde el Aeropuerto Internacional de Tocumen a través del "colillaje" de maletas. La audiencia inició el pasado jueves y se ha desarrollado durante cuatro días, pero aún no se han dictado las medidas cautelares para los presuntos implicados.

Julio Alonso, excoordinador de inteligencia del Aeropuerto de Tocumen, explicó en Noticias AM cómo es el modus operandi del "colillaje", luego de que se desarticulara esta estructura criminal que traficaba drogas desde Panamá hacia Europa.

El excoordinador de inteligencia del Aeropuerto Internacional de Tocumen detalló que se trata de una modalidad que implica el cambio de etiquetas de equipaje para lograr introducir maletas cargadas con droga en vuelos comerciales.

Alonso, quien también forma parte de la Asociación de Profesionales de Investigación y Ciencias Criminales, recordó que este tipo de actividades ilícitas no es nuevo en Panamá.

Señaló que desde finales de la década de 1980 y durante los años 90 se registraban patrones de tráfico de drogas mediante distintos métodos: desde personas que ingerían sustancias, pasando por drogas ocultas en ropa y equipajes, hasta maletas preparadas con apoyo interno dentro de los aeropuertos.

Explicó que el "colillaje" surgió como una de estas modalidades y que requiere necesariamente la participación de personal infiltrado para que una maleta cargada no sea detectada en escáneres ni en el proceso de traslado hacia la aeronave.

Indicó que durante su gestión se manejaban perfiles de pasajeros, información de vuelos y alertas que provenían de autoridades nacionales e internacionales como Migración, Aduanas, la Policía, la DIJ, Interpol y la DEA. Esta coordinación permitía detectar patrones sospechosos, como maletas que no llegaban a su destino o equipajes cuyo peso no coincidía con lo reportado. En esos casos, se activaba la revisión interna para identificar quiénes habían tenido contacto con el equipaje, los turnos del personal y cualquier irregularidad en el sistema de manejo de maletas.

De acuerdo con Alonso, el método del colillaje consistía en sustituir la etiqueta original de un pasajero por otra perteneciente a una maleta que contenía droga. En varias ocasiones, según explicó, se encontraba equipaje que había sido enviado al avión con hasta 30 kilogramos de droga, mientras la maleta original del pasajero aparecía posteriormente abandonada en zanjas, carreteras o zonas apartadas. Este tipo de operación, subrayó, solo es posible con conspiración interna, ya que implica manipular el equipaje en puntos clave del sistema aeroportuario sin ser detectado.

El experto añadió que, además del personal de equipaje, estas redes implican a personal de tripulación, mecánicos y trabajadores de diferentes áreas operativas. Resaltó que los grupos criminales buscan vulnerar múltiples niveles de seguridad con el fin de introducir cargamentos que luego viajan a destinos como España y Francia, donde el valor de la droga puede multiplicarse hasta alcanzar entre 60 mil y 90 mil dólares.

En la audiencia se detalló un patrón de maletas que no llegaban a su destino final, generando reclamos de pasajeros que viajaban principalmente a Madrid y París. También se determinó que la droga era movilizada desde sectores costeros como Chepo y Pedregal, para luego ser trasladada hasta Tocumen, donde ingresaba mediante rutas no autorizadas y con apoyo interno.

Alonso señaló que el ingreso de grandes cantidades de droga al aeropuerto demuestra una falla en la coordinación entre los distintos estamentos de seguridad, especialmente en zonas donde el acceso debería estar completamente controlado. Consideró que la seguridad privada es un punto vulnerable debido a la baja remuneración y a la facilidad con que pueden ser cooptados por organizaciones criminales.

Advirtió que, además del impacto reputacional para Panamá —especialmente para un aeropuerto catalogado como uno de los más seguros de Latinoamérica y que sirve como hub internacional—, existe un riesgo mayor: la posibilidad de que, con la misma facilidad con que entra droga, pueda ingresar otro tipo de amenaza, incluso de carácter terrorista.

Al referirse a los desafíos actuales, Alonso sostuvo que el principal reto es mejorar la coordinación entre autoridades internas, reforzar los sistemas de información y establecer equipos especializados en seguimiento, vigilancia y operaciones encubiertas. Consideró que el manejo de estas investigaciones debe ser discreto para evitar filtraciones que comprometan los operativos. También insistió en que, además de capturar a los autores materiales, es fundamental identificar y desarticular a los autores intelectuales, quienes continúan operando desde fuera y podrían tener alcance en otros aeropuertos del país, como Colón, Albrook y Chiriquí.

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